domingo, 16 de diciembre de 2012
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Cuatro Billetes Manchados de Sangre 6
Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la tarde)
-
Bueno, cambiando de tema – Katia se aclaró la
garganta -, vuestra primera vez.
July se atragantó con la Coca Cola y se
puso a toser mientras Suzu le golpeaba en la espalda ante la divertida mirada
de su hermana. En ese momento se encontraban en el apartamento. Habían ido a
comer a un bar cerca del estadio en el que ponían las mejores hamburguesas de
toda Nueva York. Después, Beck seguía bastante enfadada por lo que había pasado
con Mike así que los cinco habían vuelto al apartamento y estaban tirados en el
sofá haciendo un campeonato de Call of Duty. Habían estado hablando con Katia
sobre su vida al otro lado del país, hasta que ella había elegido otro tema,
harta de hablar sobre sí misma. Y ese era el maldito tema que había elegido,
seguro que lo había hecho a propósito. Pero por ahora July no podía hacer nada
salvo disimular y procurar que la atención no se centrase en ella en toda la
conversación.
-
Suzu tiene una buena historia sobre eso – dijo
Robbie con una sonrisa sin apartar la vista de la pantalla. En ese momento solo
estaban jugando Deuce y él.
-
¡Qué cabrón! – dijo éste mientras el rubio
soltaba una carcajada.
-
¿Qué te pasó? – preguntó Katia divertida.
-
Bueno, la contaré - adoptó una pose cómoda
ignorando los gritos de triunfo de Robbie y Deuce, los cuales conocían esa
historia a la perfección -. Sabéis, que en todas las clases de instituto del
mundo hay una Molly Fishel.
-
¿Una Molly Fishel? – preguntó July.
-
Sí, esa típica niña repelente con dientes de
conejo, gafas de aumento y trencitas – dijo Suzu imitando la imagen que acababa
de describir -. Bueno pues, cuando estábamos en cuarto de secundaria Robbie y
yo, entró una nueva Molly Fishel en clase. Y ocurrió lo peor.
-
La tía se encoñó de Suzu – dijo Robbie
riéndose.
-
¿En serio? – preguntó Katia.
-
¿Te cuesta creer que pueda gustarle a alguien?
– le dijo Suzu desafiándola con la mirada.
-
No, no es eso… - dijo Katia con ironía,
mientras esquivaba una patada del chico.
-
El caso es que un día – siguió el del pelo
lila, mientras se encendía un cigarro -. Molly aprovechó que tenía que ir yo
solo al laboratorio para seguirme y cerrar la puerta con llave. Reconozco que
yo tenía miedo.
-
No me puedo creer que te violara Molly Fishel
– Dijo July uniéndose a las carcajadas de Robbie.
-
¡No fue bonito, ¿vale?! – dijo el chico con
fingida tristeza.
-
¿Y tú Robbie? – preguntó Katia.
-
Robbie se tiró a una groupie que vino a nuestro primer concierto, nada especial – dijo
Deuce -. ¿Cómo se llamaba, tío?
-
Creo que era algo así como… Vanessa, ¿no? –
dijo el rubio haciendo memoria.
-
Para mí que era Jessica – dijo Suzu.
-
Bah, qué más dará – dijo Robbie quitándole
importancia -. Fue un polvo rápido y nada agradable en la parte de detrás del
escenario, un calentón.
-
Yo, lo normal – dijo Deuce -. Con una chica de
un campamento, en mi casa una noche que mis padres no estaban. Aunque recuerdo
que tampoco estuvo nada bien, éramos muy malos los dos así que fue un fracaso.
-
Joder – dijo July sin pensar - ¿soy la única
que no tuvo una primera vez horrible?
-
Ahora que lo pienso, no sé como te estrenaste
tú – dijo Suzu mirándola.
-
Eso es, nunca nos la has contado – dijo
Robbie.
July cada vez era más consciente del
error que había cometido. Mierda, mierda y mierda, joder, ahora seguro que lo
terminaría diciendo. Pero no quería, la situación ya era bastante tensa con
Robbie como para ahora añadir eso al cesto de la incomodidad. July miró a Katia
como pidiendo ayuda, pero esta le negó con la cabeza, con una sonrisa de oreja
a oreja.
-
Venga, dispara, July – le dijo Deuce, que en
ese momento le pasaba el mando a Suzu. Robbie había ganado, así que seguía
jugando, July se mordió el labio.
-
Bueno – decidió dar una pista algo obvia -.
Vosotros ya me conocíais cuando pasó.
En los primeros segundos reinó el
silencio. Entonces Robbie se dio cuenta de lo que eso significaba. La
conocieron con diecisiete. Él sabía que en los diez meses que habían pasado
desde que se conocieron hasta que se mudaron a Nueva York no había practicado
el sexo con nadie. Eso quiere decir que lo hizo en el piso. Pero la primera
noche en que llegaron al piso fue la fiesta de inauguración. La fiesta en la
que se acostaron. Robbie dejó caer el mando de la consola y se volvió para mirar
a la chica. Ella también le estaba mirando a él, seguramente esperando a que se
diera cuenta de lo que acababa de decir. En cuanto cruzó su mirada con la July,
a ésta se le subieron los colores y le sonrió de forma tonta como esperando su
reacción con una mezcla de miedo y nervios.
-
¿Qué? – dijo él sin poder creérselo todavía.
July no respondió, solo asintió con la cabeza mientras se mordía las uñas de la
mano derecha.
-
¿Qué pasa? – dijeron los otros dos, que no
habían caído todavía.
Entonces Suzu se quedó mirando a sus
amigos. July estaba roja y Robbie se había quedado pasmado. En ese momento él
también se dio cuenta, casi al mismo tiempo que Deuce.
-
¡HALA! – dijo el menor.
-
Oh, venga – July dejó de mirar a Robbie y
decidió actuar como si no fuera para tanto, aunque por dentro se estuviera
muriendo. - ¿no lo sabíais?
-
¿Cómo íbamos a saberlo? – preguntó Suzu.
-
Anda que estáis espabilados, vosotros – dijo
July y se levantó del sofá – voy a coger algo de beber, ¿queréis algo?
Los chicos respondieron todos que no,
excepto Robbie que se quedó callado. Todavía seguía flipando. Eso cambiaba
algunas cosas. En realidad no cambiaba nada, pero a él le parecía que era así.
Se puso a recordar aquella noche, y como siempre que lo hacía, sentía ese calorcillo
en el pecho que le recordaba una y otra vez lo que sentía por July.
Apartamento
2º8 – Hacía cerca de dos años (de madrugada)
Robbie se dio una vuelta por la casa. La
fiesta ya casi se había terminado, solo quedaban unos pocos, que estaban tan
bebidos que no podían volver a casa por su propio pie. Él había bebido mucho,
pero aguantaba bien el alcohol, se lo había pasado en grande. Se dirigió a su
habitación para ir a dormir y cuando iba a abrir la puerta, ésta se abrió
dejando ver a una chica de pelo azul eléctrico que salía del cuarto. Robbie le
miró como extrañado, pero al mismo tiempo divertido.
-
Yo… tenía que usar el baño – dijo July
nerviosa.
-
No pasa nada, ¿te lo has pasado bien, pitufa? –
le preguntó el chico, apoyando una mano en el hombro de ella.
-
Sí – July sonrió, ha estado bien.
Robbie se quedó mirando fijamente los
ojos de la chica, siempre le había parecido que era la chica de diecisiete años
más guapa que había conocido. Pero hasta ese momento no había sentido una
atracción tan grande por ella. ¿Sería el alcohol? A lo mejor, pero no le
importaba. Por su parte July sentía el corazón latiéndole fuerte en el pecho. Robbie
estaba guapísimo, como siempre. Sentía la cabeza dándole vueltas, y sin pensarlo,
se puso de puntillas y colocó sus labios encima de los del chico. Tenía miedo
de su reacción, pero pasó todo lo contrario a lo que ella esperaba.
Robbie la rodeó con ambos brazos,
estrechando el contacto, y profundizó más en el beso. Sus labios tenían un tacto
tan electrizante… Estaba en el paraíso. July metió las manos por debajo de la
camiseta del chico y empezó a acariciarle la espalda, dejándose llevar. Robbie
se separó un momento, le sonrió y abrió la puerta de su cuarto, volviéndola a
cerrar cuando hubieron pasado. July no opuso resistencia cuando la empotró
contra la puerta y la levantó al vuelo. Las piernas de la chica se enroscaron alrededor
de su cintura, mientras le quitaba la camiseta. La suya propia también voló en
pocos segundos. Entonces él decidió pasar la fiesta a la cama.
July se dejó coger y el chico la puso
suavemente sobre el colchón, antes de colocarse él encima. Sentía las manos del
chico sujetándola por las muñecas, cosa que le gustaba todavía más. Notaba la
lengua de Robbie por todo su cuerpo, y antes de darse cuenta no quedaba ropa
que quitar. No había marcha atrás, pero ella tampoco quería retroceder.
lunes, 8 de octubre de 2012
Cuatro Billetes Manchados de Sangre 5
Furgoneta
del grupo – Brooklyn (por la mañana).
-
¿Cómo has dicho que se llama?
-
Beck.
-
¿Y de qué la conoces?
-
Del estadio.
-
¿También está metida en todo lo de las motos?
-
Sí, de hecho es la dueña del antro, y
participa en las carreras.
-
¿Beck no es nombre de tío?
-
Mujer, viene de Rebecca.
Katia se calló un momento pensativa y
dejó de preguntar. Esa mañana July la había despertado diciendo que ese día
iban a recoger a Beck, y ya de paso le enseñaban el estadio a ella. Recordaba
la primera vez que July le dijo por teléfono que se había apuntado a un estadio
para practicar con la moto. Luego recordó otra llamaba en la que le contaba su
primer concurso de piruetas o su primera carrera. Le hablaba de los otros
concursantes. De los más pedantes, de los que le caían bien, de su nombre de
concursante. Pero no recordaba haber oído hablar nunca de Beck. Y tal como la
describían los chicos, no era algo que había que perderse.
La furgoneta se paró frente a lo que
parecía un gran almacén con una portalón abierto. En la fachada, que antes
había sido entera beige, ahora había un graffiti enorme que representaba una
brujita subida en una moto. Debajo se podía leer el eslogan <<porque las
escobas ya no estan de moda>>. Katia estaba ansiosa por entrar.
Estadio
de la Bruja – Brooklyn (por la mañana).
Beck se quitó el casco después de apartar
la moto de las rampas. Acababa de terminar su entrenamiento, y ahora les tocaba
el estadio al resto de los corredores. Se pasó una mano por el cabello verde y
morado, lleno de sudor. Se lo había cortado como un chico hace tiempo, justo
por eso. Porque odiaba tener que recogérselo cada vez que había una
competición. Dejó el casco encima de la moto y se fue directa a las taquillas.
Cogió su toalla y fue directamente a las duchas femeninas, pero justo antes de
traspasar la puerta con el simbolito de la mujer duchándose, se escuchó esa
irritante voz.
-
¿Seguro que no te estás equivocando de puerta?
Creo que la tuya es la de al lado, Beck.
Se dio la vuelta con gesto cansino.
Frente a ella había un chico alto y con el traje color blanco con llamaradas
verdes. Solo hacía falta verle los zapatos para saber quién era. De todas
formas, Beck se quedó mirando por un momento su cara. Tenía el pelo rubio
apagado y más corto por los laterales de la cabeza. Había tenido una especie de
creta, que le había crecido demasiado y ya no parecía nada. Mike. O como se le
llamaba allí, Mad Mike. Igual que ella era Bad Beck. Detrás del chico de la
sonrisa torcida, estaban sus amigos, que eran todavía más tontos, Diamond Dave
y Lucky Luke.
-
Que te den por detrás, Mike, no estoy de
humor.
-
¿Y eso, estás en esos días del mes? Ah, no que
eres un tío – su horrible sonrisa se ensanchó un poco más cuando dijo esto
último.
-
Parece que se te suele olvidar de quién es el
estadio, imbécil.
-
¿Y me vas a echar?
-
Como te pases un pelo, capullo.
Después de decir eso, no dejó tiempo para
oír la contestación de Mike, se metió directamente en las duchas. No tardó en
quitarse la el traje y el resto de la ropa y meterse debajo del chorro de agua
caliente. No solía hacerle mucho caso a especimenes como él. Aunque a veces,
perdía la paciencia y hacía cosas de las que luego se arrepentía. Algún día le
pasaría algo así con Mike. Y lo peor de todo, es que Beck lo estaba deseando.
Estadio
de la Bruja – Entrada (por la mañana).
July pasó el portalón como siempre hacía
desde hacía tiempo. Y como siempre, eso le producía una sensación peculiar.
Como un cosquilleo en las palmas de las manos y de los pies. Ya casi podía
escuchar el rugido del motor al arrancar y la adrenalina de sentir como te
acercas subida en la moto hacia ese salto que ya te sale de muerte. Sí, se
había caído, y sí, algunas veces se había hecho algo gordo, pero siempre
merecía la pena volver. Recordaba su primera moto. Fue una Vespa color rojo, se
la regalaron sus padres por su cumpleaños y le encantaba. Era el mecanismo
perfecto para escaparse por las noches y poder transportarse.
July miró hacia atrás para comprobar que
Deuce y Katia la seguían. Los otros dos se habían quedado en la furgo. La menor
miraba todo fascinada. July sonrió con suficiencia. Sabía que iba a encantarle.
Cuando ya estaban dentro del todo, se podían ver las rampas, las curvas
cerradas y las motos yendo de un lado para otro como siempre le relataba a su
hermana. En el circuito estaban en el momento Lucky Luke, Joke Jade y Diamond
Dave. Mierda, seguro que andaba por allí el indeseable de…
-
Caramba, ¿pero quién es esta ricura?
July se dio la vuelta al momento de
escuchar la voz de Mad Mike. El chaval tenía un brazo sobre los hombros de
Katia y la miraba pícaramente. Su hermana se limitaba a sonreír.
-
Esta ‘’ricura’’ tiene quince años, capullo –
dijo July tirándo del brazo de su hermana y apartándola del chico.
-
Llámame dentro de tres años, ¿vale amor?
-
Ni en tus sueños más mojados – le respondió
Katia con la misma sonrisa.
Deuce soltó una carcajada y aplaudió la
contestación de esta.
-
Parece que ha salido peleona – dijo Mike, y
luego se dirigió a July – igualita que tú en tu primer día aquí.
-
¿Qué te he dicho de molestar, gilipollas? – se
escuchó la voz Beck desde el pasillo de las duchas.
July se giró a mirar y sonrió. La chica
llevaba unos vaqueros de cuadros de colegiala rojos y una camiseta de Green
Day. Pero también llevaba una toalla enrollada en la cabeza, que la hacía
parecer un champiñón. Aún con ese atuendo, y eso en la cabeza, solo su voz
imponía. Katia juró ver un mini-infarto pasando por la mirada de Mike antes de
darse la vuelta para plantarse ante la chica con su arrogancia. July se temía
lo peor. Beck estaba furiosa.
Furgoneta
del grupo – Estadio de la Bruja (por la mañana).
-
¿Qué crees que pasaría si una persona se
cayese desde un puente al agua?
-
Depende de a qué altura este el puente.
-
Pero si son más de diez metros, se muere fijo.
-
Depende.
De repente, la puerta de la furgo se
abrió de golpe, y una enfada Beck y un pálido Decue se subieron al coche. Beck
se subió delante y se cruzó de brazos con el ceño fruncido y la mirada más
asesina del mundo.
-
¿Qué ha pasado? – se atrevió a preguntar Suzu.
-
Un gilipollas me ha tocado mucho los ovarios.
-
¿Era necesario hacer lo que hiciste? –
preguntó Deuce asomándose desde la parte de atrás del coche.
-
¿Qué le has hecho al pobre chaval? – dijo
Robbie con cara de miedo.
-
El mejor regalo de su vida.
Estadio
de la Bruja – Hace unos minutos…
-
La verdad es que me divierte meterme con otros
tíos como tú Beck – dijo Mike.
-
Estoy hasta aquí, de que me digas que soy un
tío, mariconazo.
-
¿Te molesta que diga verdades?
En ese momento, todos los corredores que
ya estaban y los que acababan de llegar se arremolinaban a sus alrededores, y
ellos ni parecían enterarse. July y Deuce se mordían las uñas de los nervios,
pero tampoco querían intervenir. Sin, embargo, Katia, sonreía todo el rato, se
lo estaba pasando en grande.
-
Bueno, te dejo, que seguro que tienes alguna
novia por ahí a la que satisfacer.
Mike se dio la vuelta haciendo un gesto
con la mano de despedida dramáticamente. Beck apretaba la mandíbula y cerraba
los puños con tanta fuerza que empezaba a hacerse heridas en las palmas de las
manos. Ese gilipollas… Iba a ver todo lo ‘’tío’’ que era… Fue a grandes
zancadas con la mente nublada por el enfado. Cogió a Mike del traje por la
espalda y le dio la vuelta para que la mirara directamente a la cara. Cuando la
miraba, Beck volvió a cogerle del traje, esta vez de la parte de cuello. Lo
agarró con fuerza y lo atrajo hacia sí. Todo eso tan rápido que cuando el chico
quiso darse cuenta, ya la estaba besando. El shock fue tan grande que no pudo
moverse. Cuando menos se lo esperaba, ella le soltó, se alejó de él y se limpió
los labios como con asco.
-
Ya lo has visto, capullo. No te laves la boca
en una semana.
Después de decir eso, Beck apartó a la gente
del círculo que se había formado, recogió la toalla del suelo, que se había
caído antes de la pelea con Mike, la lanzó lejos, y siguió caminando hacia la
salida. July y Deuce estaban a cuadros y Katia sonreía complacida, solo le
faltaba juntar las manos y decir: excelente… Pero todo eso no era nada, porque
el que más traumatizado estaba era el propio Mike. Que se había quedado ahí en
medio, quieto como un palo, con una mano en la boca. Beck había explotado del
enfado, y al mismo tiempo había hecho estallar algo dentro de él.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Cuatro Billetes Manchados de Sangre 4
Apartamento
2ºB – Salón (de madrugada).
-
Bueno, yo me voy a dormir – anunció Deuce.
-
De acuerdo, Buenas noches – le respondió Suzu, ya
que Robbie se había tumbado en el sillón con la cabeza contra la almohada y no
podía hablar.
Se escuchó como el chico moreno cerraba la
puerta de su cuarto y Suzu se sentó en el pequeño sofá que había al lado de
donde estaba su amigo. Robbie estaba hecho polvo. Sabía que July se tomaría su
tiempo hasta que las cosas volvieran a la normalidad. Como cada vez que se
peleaban. Pero esperaba que con la llegada de su hermana al menos, se le
enfriara un poco el disgusto.
La presentación con Katia había sido algo
incómoda e improvisada, pero a pesar de eso, habían podido ver que la hermana
de July era una chica con personalidad. Aunque su corte de pelo, ya dijera de
por sí que tenía personalidad. No era como Robbie se imaginaba a los hermanos
de July. Siempre había descrito a su familia, como la típica familia rica
inglesa creyente y conservadora. Ella un día se hartó de ese rollo y empezó a
peinarse diferente, a vestirse diferente y a sacar unas notas bastante
diferentes. Sus padres hasta le tenían miedo. Pero que burbuja pasivo-agresiva
estalló cuando July dijo que se iba a vivir con
tres chicos a la otra punta del país. Eso fue demasiado hasta el
honorable señor Van Der Bath.
-
Tío, ¿sigues vivo? – le dijo Suzu sacándole de sus
ensoñaciones.
-
Eso creo.
-
Tranquilo, sabes que se le pasará.
-
Lo sé, pero aún así desearía no haberlo hecho –
Robbie levantó la cara del cojín y se sentó apoyando los pies en la mesilla.
-
Tío, ya se que te mola July y todo eso pero
controla tus instintos animales.
-
¡El niñato ese es gilipollas, no escuchaste lo que
decía! Realmente se merecía lo que le hice. July no debería estar con alguien
así.
-
Robbie, tranquilo. El chaval es gay.
-
¿Qué?
-
Es lo que intentaba decirte Jack antes de que
fueras a pegarle.
Robbie se quedó en blanco y se dio cuenta de
lo imbécil que era. Había cometido una tontería del tamaño de un edificio, que
no hubiera hecho si se hubiera parado un momento a escuchar. Se dejó caer y volvió a enterrar la cara en el cojín soltando
un sutil: <<Mieeerrrdaaaa…>>. Suzu le dio unas palmaditas en la
espalda y se fue a prepararse algo de comer.
Apartamento
2ºB – Habitación de July (de madrugada).
Katia asomó la cabeza por la puerta del baño,
todavía envuelta en la toalla de ducha. Veía a su hermana sentada en la cama
leyendo una libreta con partituras, haciendo anotaciones de vez en cuando.
Parecía triste. O enfadada. O las dos cosas. El caso es que detestaba verla
así. Antes de que entraran la había oído discutir con alguien, identificó la
voz del chico rubio. Robbie. Guapo, moreno y con un pelazo. Malillo. Perfecto
para su hermana. Pero a ella le habían gustado más cualquiera de los otros dos.
De todas formas, se repetía a sí misma que tenía que echar el freno. Solo tenía
quince años. Se apretó la toalla y se sentó al lado de su hermana.
-
¿Qué haces? – le dijo Katia mirando la partitura.
-
Corrijo algunas canciones – July la miró
sonriendo, pero no era una sonrisa de verdad.
-
No – dijo la pequeña -, tú crees que estás
corrigiendo algunas canciones. Pero en realidad estás comiéndote el coco con
ese chico con el que te has peleado antes.
-
Eh, un respeto, canija.
-
Canija. Pero soy más alta que tú.
-
Calla.
-
Venga – Katia se impacientaba – cuéntame lo que ha
pasado.
-
Está bien – July le contó todo lo de la playa, lo
que ella había creído sentir. Todo lo que pasó hace un año o dos. Le contó todo
lo que pasaba en el grupo. Y luego volvió a hacer énfasis en lo de la playa.
-
Y no sabes por qué pegó a ese chico – asimiló
Katia.
-
Exacto.
-
Oh, joder, July. Solo tú podrías no darte cuenta
de algo así.
-
A ver, por qué dices que es – dijo July cruzándose
de brazos y mirando desafiante a su hermana.
-
¡PORQUE LE GUSTAS IMBÉEEECIL!
July se apresuró a lanzarse sobre su hermana
y taparle la boca. Con ese grito seguro que había despertado a todos los
vecinos, que ya les tenían suficiente manía. Entonces se paró a pensar en lo
que había dicho Katia. Ella no le gustaba a Robbie. Lo tenía claro. Katia
seguía sus fantasías de adolescente, era normal. Sin embargo, algo dentro de
ella le decía que la hiciera caso. Y entonces empezó a sentirse mal por haber
regañado tanto al chico antes. Se había pasado.
-
Creo que voy a hablar con él.
Apartamento
2ºB – Pasillo (de madrugada).
July se removía inquieta ante la puerta de
Robbie. Ya había llamado dos veces. Katia observaba la escena con un ojillo
desde la puerta entornada de la habitación de su hermana. Sabía que si el chico
tardaba en salir mucho más, ella se marcharía, pero estaban de suerte. Entonces
se abrió la puerta. Robbie abrió con cara soñolienta y despeinado. Y sin
camiseta. Katia vio como a su hermana no se le subían los colores
irremediablemente y tuvo que reprimir una risita. July preguntaba que si podía
pasar un momento y se iban dentro. No no no, entonces no podría verlos. Seguro
que la perra de su hermana lo había hecho a propósito. En cuanto se cerró la
puerta, Katia fue corriendo a apoyar la cara en la puerta para escuchar mejor,
pero se chocó con alguien que también iba a cotillear. La empujó sin querer y
estuvo a punto de caerse al suelo, cosa que hubiera estropeado el ambiente que
tenían ahí dentro seguro. Entonces el chico de pelo lila con el que se había
chocado le cogió la mano para que no se cayera, y sin darle más importancia,
los dos se pusieron a escuchar. A Katia le sorprendió que no le dijese nada, a
lo mejor estaba acostumbrado a escuchar detrás de las puertas con más gente. La
chica sonrió sin poder evitarlo. Y después puso toda su atención en lo que
pasaba dentro del cuarto.
Apartamento
2ºB – Cuarto de Robbie (de madrugada).
July pasó dentro algo incómoda y vio como su
amigo se sentaba en la cama y la miraba. No la miraba de ninguna forma
especial. Simplemente la miraba. July fue paseando disimuladamente los ojos por
el torso desnudo de Robbie sin poder evitarlo. Y conforme más miraba más
recordaba aquella noche. Y más nerviosa se ponía.
-
Bueno – Robbie la sacó de sus pervertidos
pensamientos –, no es que me moleste que estés aquí (para nada), pero seguro
que has venido por algo.
-
Ah, sí – July se puso roja -. Creo…
creoqueantesmehepasadocontigo – dijo en voz bajita.
-
¿Qué? – dijo Robbie divertido.
-
Ya lo has oido.
-
La verdad es que no he entendido nada.
-
Que creo que antes me he pasado contigo – July
sonreía también. Observó la sonrisa perfecta de Robbie. Era muy guapo. Y su
corazón en ese momento iba a mil, cuando seguro que el de él iba como la seda.
Mierda, le gustaba mucho.
-
¿Y eso es todo?
-
¿Cómo? – preguntó July, confusa.
-
¿No vas a hacer nada para compensarme? – dijo
Robbie, traviesamente.
-
Date una ducha de agua fría – le respondió July
con una carcajada y dándose la vuelta para marcharse.
Pero entonces, Robbie se levantó y tiró de su
mano con firmeza, atrayéndola hacia él. El corazón de July dio un vuelco cuando
lo notó, y por un momento no supo qué estaba pasando. Hasta que se dio cuenta
de que estaba entre los brazos del rubio y que él la estrechaba con fuerza. ¿Un
abrazo?
Apartamento
2ºB – Pasillo (de madrugada).
-
¿Y ahora que coño pasa, por qué no se escucha
nada? – preguntó Katia susurrando.
-
No tengo ni idea – le respondió Suzu de la misma
forma.
-
¿Crees que se estarán…? – Katia paró hablar un
momento.
Alzó la vista hacia el chico, que… como
decirlo… estaba mirando donde no debía. Entonces fue cuando ella cayó en la
cuenta de que seguía con la toalla de la ducha. Enrojeció violentamente y se
fue corriendo al cuarto de July, cerrando luego con pestillo, para cambiarse.
Todavía en el pasillo, Suzu se facepalmeaba.
¿Cómo había podido mirar a una cría de quince años? Joder, por muy guapa que
fuera. Se sentía extremadamente pederasta. Y encima ella se había asustado.
Vaya una primera impresión se habría llevado. Pero es que mira que salir con la
toallita tan alegremente… Nada, era culpa suya. Bueno, ya que estaba allí
escucharía. ‘’Soy una maruja’’, pensaba.
Apartamento
2ºB – Cuarto de Robbie (de madrugada).
El corazón de July iba a mil por hora. Robbie
le acariciaba la espalda sin soltarla ni un momento, ni podía verle la cara.
Ella cerró los ojos un momento y se apoyó en su pecho correspondiendo al abrazo
a medias. La piel de su pecho tenía esa magia, ese olor tan característico. Conforme
iban pasando los segundos, más a gusto de encontraba, olía tan bien. Y tenía
ese calorcillo tan agradable. No podía controlar su mente. Pasaban tantas cosas
por ella. Y agradeció al cielo que el chico entonces no llevara camiseta.
-
Oye, pitufa, no te enfades más conmigo, ¿de
acuerdo?
-
Está bien.
Entonces él la soltó y a July le invadió una
pequeña sensación de frío. Un escalofrío recorrió su espalda de arriba abajo y
sonrió tontamente, igual que él. Después se dio la vuelta para marcharse,
exactamente igual que hacía unos segundos. Mientras lo hacía deseó mentalmente
y con todas sus fuerzas que la parase otra vez, pero no pasó nada. Nada. Llegó
a la puerta con el corazón a mil. Antes de abrir se escuchó como si alguien que
hubiera estado en la puerta corriera a su cuarto al ir a salir ella, pero no le
dio importancia, en ese momento estaba en una nube.
-
Buenas noches – le dijo a Robbie sonriendo.
-
Que duermas bien – respondió de igual forma el
chico, sentándose en la cama.
July abrió la puerta y justo se cerraba la de
Suzu. No le dio importancia de nuevo, y fue a su cuarto, tenía que hablar con
Katia. Porque no sabía lo que acababa de pasar, pero se había dado cuenta de
algo mucho más fuerte. Robbie la hacía sentir algo. Algo que hacía mucho tiempo
que no sentía. Benditas Mariposas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)