jueves, 7 de marzo de 2013

Entrenados Para Matar Capitulo 6

Ropa de Anastasia
Ropa de Narel
Ropa de Baako
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Akane caminaba por los pasillos de hierro con su libro abrazado contra su pecho. Miraba con curiosidad y a paso tranquilo las paredes, como si estuviera en su museo. Era la parte de la base en la que estaban los dormitorios de los chicos. El muro que separaba la habitación de Adri de la de Osman. La superficie estaba llena de garabatos estúpidos y de conversaciones en forma de cómic. La chica no pudo evitar sonreír un poco cuando vio la caricatura de Alex en los dibujos. Mientras que las caricaturas de los otros chicos eran normales (incluso parecidas a ellos mismos, teniendo en cuenta que los dos dibujaban muy mal), la del español ocupaba una gran parte de la pared y siempre le ponían enfadado. Akane se rió en voz alta.

La verdad era que hacía tiempo que no pasaba por allí, pensaba mientras reanudaba su paseo, dejando atrás las paredes pintarrajeadas. No tardó en llegar al salón y cuando pasó el marco de la puerta se dio cuenta de una cosa. Andy estaba en el sofá completamente dormido, con un libro sujeto contra su pecho a punto de caérsele al suelo. Akane se dio prisa en llegar hasta él sin hacer ruido para impedir la catástrofe. Suavemente intentó quitarle el libro con sumo cuidado. En ese momento, el chico abrió un ojillo y de la sorpresa, se levantó rápidamente, con la mala suerte de darle un cabezazo monumental a la pobre Akane. Ella se llevó las manos a la nariz con gesto de dolor, y se apartó.

-          Oh, dios, lo siento muchísimo – Andy se levantó también con los nervios a flor de piel.

Vaya despertar había tenido. Abre los ojos y ve algo negro medio encima de él. Se levanta como le mandan sus reflejos y se lleva por delante a la chica de la que está enamorado. Akane mantenía una mano en su nariz golpeada y con la otra se abanicaba la cara para no llorar. Andy se maldecía por su torpeza y se moría de la humillación.

-          No es nada – decía ella -. Estoy bien, en serio.
-          Déjame ver – Andy se aproximó a ella y con cuidado, le cogió la mano para ver los estragos que guardaba debajo

Akane estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración. Los ojos castaños de Andy examinaban su rostro con parsimonia. Usó su mano derecha para limpiar una gotita de sangre que caía por su naríz con cuidado. El corazón de Akane latía fuerte. Entonces escucharon un ruido en la puerta. Al ver a Wendy, se separaron como si se hubieran puesto de acuerdo. Andy le soltó la mano y Akane se restregó la nariz para eliminar hasta el último rastro de herida.

-          Emm, ¿Interrumpo algo? – dijo la pelirroja.
-          No – dijeron los dos a la vez, con los colores subidos.
-          Vaaaaale – dijo Wendy alargando la “a”, sin creérselo demasiado. Tampoco le importaban sus compañeros. Ella solo quería leer en paz.

                                                                *          *          *
Tani miró como Alex colocaba el pulgar en el lector para apagar el motor de la moto y activar el seguro. Estaba tan emocionada, el viaje en moto había sido impresionante, había sido como si por primera vez respirase de verdad después de estar toda su vida haciéndolo con un tubo de bucear. También notaba al español agitado. Con el salto, la chica se bajó de la moto y al fondo de la calle vio una casa con jardín y un montón de gente, sumando los ruidos de cristales rotos y la gente subida al tejado, era una típica fiesta de adolescente estilo American Pie. Tani fue corriendo a reunirse con Baako y Narel, que también habían aparcado ya.

-          ¿Es allí? – preguntó Adri, que llegaba con Osman y Darío en ese momento.
-          Exacto – respondió Alex.
-          ¿Y a qué esperamos? – preguntó Narel
-          Espera – la paró la voz de Darío, y todos se giraron sorprendidos -. Recuerda que esto es una misión y no un cumpleaños.
-          Ya lo sé pesado – dijo al rubia siguiendo su camino con las otras chicas de la mano.

Habían quedado en que primero entrarían las chicas y los demás llegarían después, sin mostrar ninguna relación con ellas, solo atentos al micrófono por si surgía algo. Cuando pasaron el umbral de la puerta, un tio vomitando en un jarrón casi las atropella. Se quedarón en el salón sin saber muy bien qué hacer. Entonces Narel les dio un codazo a las demás para que miraran en su dirección. Cuando Tani se giró vio a dos chicos mirándolas fijamente y hablando por lo bajini. Baako fingió que se retocaba el maquillaje para mirar las fotos de los sujetos que llevaba en el espejito. Baako asintió con la cabeza como diciendo <<Son ellos>>.

Al momento las tres se separaron y, como esperaban fueron los chicos los que las buscaron a ellas. Exacto, Thomas Brown, un chico flacucho y con la palabra <<hacker>> pintada en la frente. Para no mirarlo directamente, fijó la vista en el otro chico, que, según el plan tenía que ir detrás de Narel. Pero tomó una dirección completamente distinta. Se fue a por Baako. Tani se relajó, pensando que su amiga también sabría seguir el plan. Para entones, Thomas ya estaba delante de ella. Tani le dirigió una mirada intensa.

-          Hola, ¿cómo te llamas?
-          Miranda – dijo ella mordiéndose el labio coquetamente en su papel de mujer fatal. Decidió acabar con ello en seguida -. Oye, aquí hace mucho ruido, ¿subimos a tu cuarto? – terminó con una sonrisa coqueta.

Thomas estaba gratamente sorprendido, así que le sonrió también, y la cogió de la mano para subir por las escaleras que daban al pido de arriba y hacia los dormitorios. Al chico se le caía la baba por Tani y se relamió bajo la furibunda mirada de Adri.

sábado, 2 de marzo de 2013

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 7


Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck descansaba después de una cansada jornada de no hacer nada. Todavía seguía dándole vueltas a la cabeza lo que había pasado con el capullo de Mad Mike esa misma mañana. No había vuelto al estadio desde entonces por miedo a encontrárselo, a pesar de que le tocaba limpiar las taquillas en la tabla de tareas. Pero bueno, lo mismo daba, ella era la dueña del antro así que nadie iba a recriminarla por no participar en la absurda tarea. De todas formas mañana por la mañana lo limpiaría. Tenía que volver algún día, que Mike que pensara lo que quisiera.

Cogió el mando de la tele y agarró el cubo de pollo frito que había encargado para cenar. Estaba viendo un programa musical que ponían de vez en cuando, pero esa noche no conocía a los músicos invitados así que no le interesaba. Pensó que podía ir a ducharse cuando cayó en la cuenta de que ya se había duchado, la verdad es que se aburría bastante. Ya había decidido que no iba a salir, puesto que se había puesto su camiseta de tirantas de Hulk y sus braguitas rosas con puntitos negros. Solo de pensar en tener que enfundarse en unos vaqueros le daba pereza. Se enroscó en el sofá y entonces sonó el timbre.  ¿Quién llamaría a esas horas…?

Casa nº 13 – Portal (por la noche).
Mike se revolvía incómodo en frente de la puerta de Beck. Sabía que era su casa por una vez que tuvo que ir allí para inscribirse en el estadio. No le había dado muchas vueltas antes de plantarse allí con el casco de Beck y quedarse mirando la puerta durante más de cinco minutos por miedo a llamar al timbre. En realidad, ¿por qué estaba allí? Desde esa mañana cuando la chica lo había besado no se lo había quitado de la cabeza. Había tenido que abandonar el entrenamiento y eso que no quedaba más que una semana para el concurso. No había sido amor a primera vista… ¿entonces, amor a primer beso? Frunció el ceño. Él siempre se había reído de la gente que pensaba esas tonterías, joder… Sin pensarlo, pulsó el botón del timbre. ¡Mierda, todavía le daba tiempo a esconderse entre los matorrales! ¿Qué estaba pensando?

Se escucharon unos pasos y unas voces frustradas. El picaporte crujió y la puerta se abrió. Beck estaba descalza, tenía unas piernas infinitas que acababan en unas braguitas fucsia con bordados negros, luego seguida de una camiseta grande de Hulk. La piel del súper héroe era del mismo color que el pelo de Beck, en ese momento despeinado. El flequillo casi le tapaba los ojos y su rostro estaba marcado por una cara de confusión total.

-          ¿Mike? – preguntó como si estuviera viendo un fantasma.
-          Sí, esto… – empezó el chico rascándose la cabeza, el corazón le latía fuerte en el pecho -. Es que esta mañana te has dejado el casco y… bueno te lo he traído.

Sin decir más, le extendió el casco a la chica. Durante unos segundos, Beck alternó la mirada entre el objeto y él, con cara de ver a un abuelo haciendo skate con una gorra hacia atrás. Cuanto más pasaba el tiempo, más estúpido se sentía Mike, sosteniendo el casco delante de ella como un perchero. <<O lo coges de una vez o lo lanzo a la piscina de tus vecinos>> se dijo él. Como si le hubiera escuchado, Beck alargó la mano y lo cogió.

-          Gracias… supongo – dijo confusa.
-          Bueno, entonces me voy, hasta mañana – dijo Mike con la intención de alejarse de allí lo más rápido posible.
-          ¡Espera! – lo llamó ella saliendo un poco del umbral, Mike se giró y la encaró – esto… ¿estas bien? Quiero decir… ¿te pasa algo?

Mike quería que lo tragase la tierra, ¿Qué si le pasaba algo? ¿Enserio? Seguramente abría dado la sensación de acabar de escaparse de un psiquiátrico. Ahora que lo pensaba mejor, ¿cómo pensaba explicar ese cambio de actitud? Conclusión: era retrasado y nunca conseguiría ligar con Beck.

-          Estoy bien, tranquila – dijo exagerando la sonrisa.
-          Bueno, pues hasta mañana – Beck se hizo un gesto con la mano y despareció detrás del portalón.

Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck cerró la puerta y se apoyó contra ella hasta acabar sentada en el suelo, hecha un lío. ¿Qué acababa de pasar? O mejor ¿qué le había pasado a Mike? Era como Oh My God, que cambio tan radical. Después de eso no sabía si le gustaba o le repelía aún más. Se paró un momento a pensar porque eso estaba siendo demasiado raro. ¿Por qué era tan todo tan distinto desde esa mañana? Ya tenía otro motivo para no ir al día siguiente al estadio. Joder, tenía que hablarlo con alguien.

Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la noche).
-          ¿Qué? – dijo July al auricular del teléfono -. No puede ser, ¿eso ha hecho?
-          ¿Quién es? – preguntó Katia que estaba en la cama de su hermana pintándose las uñas de los pies de color rosa fucsia a juego con su pelo.

Esa noche Suzu y July trabajaban en un pub no muy lejos de allí y habían quedado en ir todos. Era viernes y esos días les tocaba ir al Dumort. Como era un local grande, cobraban bien y les llegaba para pagar su parte del alquiler. El Dumort era un bar un poco raro. Robbie y Deuce también habían querido trabajar allí, pero solo contrataban gente con el pelo teñido, así que los otros dos se ganaban sus pelas en un hipermercado de su misma calle tres días a la semana en los que tenían que hacer horas extra. Aparte, si no les llegaba a final de mes, Beck les daba algún curro pasajero en el estadio, limpiando y cosas así.

-          Es Mike – le dijo July con una sonrisa a su intrigada hermana.

Katia se levantó con cuidado de no estropearse las uñas pero con rapidez y se puso al lado de July con la oreja pegada al móvil para escuchar la conversación. Las dos se habían vestido con ropa de la mayor, ya que usaban la misma talla. Faltaban tres cuartos de hora para que salieran y se estaban arreglando. Ellas ya casi habían terminado pero los chicos eran otra historia, ellos tardaban doble, contra todo prototipo. July se rió y colgó el teléfono.

-          ¿Qué ha pasado? ¡No me he enterado de nada! – se quejó Katia.
-          ¡Mike ha ido a su casa!
-          ¡Qué fuerte!
-          ¡Ya lo sé!
-          ¿Y que ha pasado?
-          Pues nada- siguió July mientras volvía al baño a seguir pintándose los ojos -. Ha ido con la escusa más tonta del mundo, a llevarle su casco.
-          Tampoco es tan tonta.
-          No lo entiendes – dijo July -, Beck siempre se deja el casco en el estadio y todo el mundo lo sabe. Está confusa, la pobre. Imagínate, Mike que está en el Estadio de la Bruja desde mucho antes que yo, y que siempre le ha estado tocando las narices, de repente se enamora de ella.
-          ¿Ella ha dicho eso? – preguntó Katia intrigada.
-          ¡No, claro que no! Beck se niega a creerlo.

July terminó con el maquillaje y guardó el móvil y el dinero en una pequeña bandolera negra, al mismo tiempo que Katia hacía lo propio con su mochila de Hora De Aventuras. Ya preparadas, salieron al salón donde, sorprendentemente, estaban los chicos ya vestidos. July cruzó una mirada con Robbie y le sonrió un segundo antes de apartar los ojos para dirigirlos a Suzu. Robbie hacía que se sintiera insegura hasta llevando aquellos tacones de plataforma que le hacían quince centímetros más alta.

-          ¿Nos vamos ya? – preguntó July.
-          Andando – le respondió Deuce.