sábado, 2 de marzo de 2013

Cuatro Billetes Manchados de Sangre 7


Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck descansaba después de una cansada jornada de no hacer nada. Todavía seguía dándole vueltas a la cabeza lo que había pasado con el capullo de Mad Mike esa misma mañana. No había vuelto al estadio desde entonces por miedo a encontrárselo, a pesar de que le tocaba limpiar las taquillas en la tabla de tareas. Pero bueno, lo mismo daba, ella era la dueña del antro así que nadie iba a recriminarla por no participar en la absurda tarea. De todas formas mañana por la mañana lo limpiaría. Tenía que volver algún día, que Mike que pensara lo que quisiera.

Cogió el mando de la tele y agarró el cubo de pollo frito que había encargado para cenar. Estaba viendo un programa musical que ponían de vez en cuando, pero esa noche no conocía a los músicos invitados así que no le interesaba. Pensó que podía ir a ducharse cuando cayó en la cuenta de que ya se había duchado, la verdad es que se aburría bastante. Ya había decidido que no iba a salir, puesto que se había puesto su camiseta de tirantas de Hulk y sus braguitas rosas con puntitos negros. Solo de pensar en tener que enfundarse en unos vaqueros le daba pereza. Se enroscó en el sofá y entonces sonó el timbre.  ¿Quién llamaría a esas horas…?

Casa nº 13 – Portal (por la noche).
Mike se revolvía incómodo en frente de la puerta de Beck. Sabía que era su casa por una vez que tuvo que ir allí para inscribirse en el estadio. No le había dado muchas vueltas antes de plantarse allí con el casco de Beck y quedarse mirando la puerta durante más de cinco minutos por miedo a llamar al timbre. En realidad, ¿por qué estaba allí? Desde esa mañana cuando la chica lo había besado no se lo había quitado de la cabeza. Había tenido que abandonar el entrenamiento y eso que no quedaba más que una semana para el concurso. No había sido amor a primera vista… ¿entonces, amor a primer beso? Frunció el ceño. Él siempre se había reído de la gente que pensaba esas tonterías, joder… Sin pensarlo, pulsó el botón del timbre. ¡Mierda, todavía le daba tiempo a esconderse entre los matorrales! ¿Qué estaba pensando?

Se escucharon unos pasos y unas voces frustradas. El picaporte crujió y la puerta se abrió. Beck estaba descalza, tenía unas piernas infinitas que acababan en unas braguitas fucsia con bordados negros, luego seguida de una camiseta grande de Hulk. La piel del súper héroe era del mismo color que el pelo de Beck, en ese momento despeinado. El flequillo casi le tapaba los ojos y su rostro estaba marcado por una cara de confusión total.

-          ¿Mike? – preguntó como si estuviera viendo un fantasma.
-          Sí, esto… – empezó el chico rascándose la cabeza, el corazón le latía fuerte en el pecho -. Es que esta mañana te has dejado el casco y… bueno te lo he traído.

Sin decir más, le extendió el casco a la chica. Durante unos segundos, Beck alternó la mirada entre el objeto y él, con cara de ver a un abuelo haciendo skate con una gorra hacia atrás. Cuanto más pasaba el tiempo, más estúpido se sentía Mike, sosteniendo el casco delante de ella como un perchero. <<O lo coges de una vez o lo lanzo a la piscina de tus vecinos>> se dijo él. Como si le hubiera escuchado, Beck alargó la mano y lo cogió.

-          Gracias… supongo – dijo confusa.
-          Bueno, entonces me voy, hasta mañana – dijo Mike con la intención de alejarse de allí lo más rápido posible.
-          ¡Espera! – lo llamó ella saliendo un poco del umbral, Mike se giró y la encaró – esto… ¿estas bien? Quiero decir… ¿te pasa algo?

Mike quería que lo tragase la tierra, ¿Qué si le pasaba algo? ¿Enserio? Seguramente abría dado la sensación de acabar de escaparse de un psiquiátrico. Ahora que lo pensaba mejor, ¿cómo pensaba explicar ese cambio de actitud? Conclusión: era retrasado y nunca conseguiría ligar con Beck.

-          Estoy bien, tranquila – dijo exagerando la sonrisa.
-          Bueno, pues hasta mañana – Beck se hizo un gesto con la mano y despareció detrás del portalón.

Casa nº 13 – Calle Bill White (por la noche)
Beck cerró la puerta y se apoyó contra ella hasta acabar sentada en el suelo, hecha un lío. ¿Qué acababa de pasar? O mejor ¿qué le había pasado a Mike? Era como Oh My God, que cambio tan radical. Después de eso no sabía si le gustaba o le repelía aún más. Se paró un momento a pensar porque eso estaba siendo demasiado raro. ¿Por qué era tan todo tan distinto desde esa mañana? Ya tenía otro motivo para no ir al día siguiente al estadio. Joder, tenía que hablarlo con alguien.

Apartamento 2ºB – Quinta Avenida de Brooklyn (por la noche).
-          ¿Qué? – dijo July al auricular del teléfono -. No puede ser, ¿eso ha hecho?
-          ¿Quién es? – preguntó Katia que estaba en la cama de su hermana pintándose las uñas de los pies de color rosa fucsia a juego con su pelo.

Esa noche Suzu y July trabajaban en un pub no muy lejos de allí y habían quedado en ir todos. Era viernes y esos días les tocaba ir al Dumort. Como era un local grande, cobraban bien y les llegaba para pagar su parte del alquiler. El Dumort era un bar un poco raro. Robbie y Deuce también habían querido trabajar allí, pero solo contrataban gente con el pelo teñido, así que los otros dos se ganaban sus pelas en un hipermercado de su misma calle tres días a la semana en los que tenían que hacer horas extra. Aparte, si no les llegaba a final de mes, Beck les daba algún curro pasajero en el estadio, limpiando y cosas así.

-          Es Mike – le dijo July con una sonrisa a su intrigada hermana.

Katia se levantó con cuidado de no estropearse las uñas pero con rapidez y se puso al lado de July con la oreja pegada al móvil para escuchar la conversación. Las dos se habían vestido con ropa de la mayor, ya que usaban la misma talla. Faltaban tres cuartos de hora para que salieran y se estaban arreglando. Ellas ya casi habían terminado pero los chicos eran otra historia, ellos tardaban doble, contra todo prototipo. July se rió y colgó el teléfono.

-          ¿Qué ha pasado? ¡No me he enterado de nada! – se quejó Katia.
-          ¡Mike ha ido a su casa!
-          ¡Qué fuerte!
-          ¡Ya lo sé!
-          ¿Y que ha pasado?
-          Pues nada- siguió July mientras volvía al baño a seguir pintándose los ojos -. Ha ido con la escusa más tonta del mundo, a llevarle su casco.
-          Tampoco es tan tonta.
-          No lo entiendes – dijo July -, Beck siempre se deja el casco en el estadio y todo el mundo lo sabe. Está confusa, la pobre. Imagínate, Mike que está en el Estadio de la Bruja desde mucho antes que yo, y que siempre le ha estado tocando las narices, de repente se enamora de ella.
-          ¿Ella ha dicho eso? – preguntó Katia intrigada.
-          ¡No, claro que no! Beck se niega a creerlo.

July terminó con el maquillaje y guardó el móvil y el dinero en una pequeña bandolera negra, al mismo tiempo que Katia hacía lo propio con su mochila de Hora De Aventuras. Ya preparadas, salieron al salón donde, sorprendentemente, estaban los chicos ya vestidos. July cruzó una mirada con Robbie y le sonrió un segundo antes de apartar los ojos para dirigirlos a Suzu. Robbie hacía que se sintiera insegura hasta llevando aquellos tacones de plataforma que le hacían quince centímetros más alta.

-          ¿Nos vamos ya? – preguntó July.
-          Andando – le respondió Deuce.

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